El Gobierno compra productos milagro

¿Alguna vez ha caído en la trampa y ha comprado alguno de esos productos que prometen la figura más esbelta, un estómago plano, la piel más tersa o los músculos más visibles y potentes? Si le ha pasado, tranquilícese, porque no es el único, y además ya está acompañado por unos ingenuos de peso: Pemex, el Ejército Mexicano y varias policías estatales.
En tiempos de tanta violencia qué mejor forma de proteger a quienes se la juegan por el país que dándoles un aparatito, que cuesta unos 280 mil pesos, para que detecten a una buena y segura distancia armas, pólvora y todo tipo de drogas. La tentación, como en todos estos casos, es grande; ya no se requiere de mayor investigación ni arduos trabajos de inteligencia, un aparato basta para indicar dónde hay armas, droga y quién trae pegadas partículas invisibles de cualquier sustancia prohibida. El problema es que, al igual que las lociones mágicas no hacen que le salga pelo a los que llevan años calvos, este aparato no sirve de nada. Y no crea que es tan difícil de descubrir, la información abunda en la red y no sólo en artículos de periódico, también los trabajos serios como el del Entry Control and Contraband Detection Department del Sandia National Laboratories en Albuquerque, que desde 2002 ya había hecho experimentos para probar la capacidad de detección de explosivos de un aparato similar y había concluido que los mismos resultados se obtenían con el aparato que si alguien estuviera tratando de adivinar. El lunes, El Universal publicó la historia de un indígena mixe, Ernesto Cayetano, que en un retén carretero en Veracruz, a principios de este año, fue bajado junto con los otros pasajeros del autobús en el que viajaba y un militar se paseó delante de ellos portando el GT200. Para desgracia de Ernesto Cayetano, la aguja lo señaló. Pasó ocho meses en la cárcel y salió gracias al buen trabajo de la juez Karla Macías Lovera, quien se puso a investigar y determinó que la aguja ésa no podía ser una prueba de cargo. Recurrió, entre otros, a la opinión del físico Luis Mochán, especialista en propiedades electromagnéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Mochán considera, y así se lo hizo saber, que ese aparato es una vacilada. Mochán dice que lo que hace el GT200 es “literalmente como la ouija, en el sentido que la gente lo mueve inconscientemente sin darse cuenta de qué lo mueve y lo hace de acuerdo a sus deseos, sus creencias o ideas”. La Comisión Nacional de Derechos Humanos ya alertó a las autoridades sobre las violaciones a los derechos humanos que se han provocando por la “creencia” en la efectividad de este aparato y atribuye parte del aumento de los cateos ilegales a que policías y militares confunden una “indicación” del GT200 con el descubrimiento de un delito que se está cometiendo en flagrancia. No puede haber nada más atemorizador que ver a un aparato dirigir su antenita contra uno y quedar así marcado frente a todos y científicamente como parte de los malos. Hay poco qué decir frente a la ciencia, los policías y militares aceptan el resultado como una verdad incontrovertible y uno seguro acaba en la cárcel dudando de uno mismo. ¡Qué miedo! Porque la antenita ésa, es un hecho, se mueve según los prejuicios o humores de quien la carga. Cuando nosotros caemos en la trampa y compramos la crema milagrosa o el aparato mágico perdemos dinero, pero cuando el Gobierno es el ingenuo, son mexicanos que acaban perdiendo meses de su vida en las cárceles y con sus familias dañadas. ¿Cuándo nos anuncia el Gobierno que ya dejaron de usar esa ouija? ¿Cuándo nos dicen cómo van a reparar todo el daño que ya se ha hecho?

Publicado en opinio.informador.com.mx

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