AMLO 1.0

Denisse Dresser

Aquí, reconociéndome sorprendida por tus alusiones recientes a mí, Andrés Manuel López Obrador. Me llamas “conservadora disfrazada de liberal”. Sugieres que soy partidaria del PAN. Confieso mi sorpresa, porque en los últimos quince años he participado en gran parte de las causas liberales/progresistas de nuestro tiempo: la despenalización del aborto, el matrimonio igualitario, la lucha por la equidad de género, la creación de una Fiscalía Que Sirva, el Sistema Nacional Anticorrupción, la oposición a la militarización y a la Ley de Seguridad Interior. En esos temas fundacionales para un cambio de régimen pocas veces te he visto ahí, o tu presencia ha sido ambigua, errática o inconsistente. A pesar de eso voté por ti en 2006.

Sé que muchos optarán por ti ahora porque ven en ti a la auténtica oposición. El que no ha formado parte de la coalición de expoliadores, corruptores, plenipotenciarios del país de privilegios, beneficiarios de la República Mafiosa. Ven a quien ostensiblemente y en lo personal no ha participado en los moches y en los repartos y la podredumbre política que ha tocado a todos los partidos, incluyendo el PAN. Para 30% de la población tú representas la esperanza de cambio profundo, de transformación radical, de rompimiento con el viejo régimen. Porque tu diagnóstico es y siempre ha sido el correcto. La mafia del poder existe. El PRIAN existe. El gobierno sí opera como lugar para la repartición del botín.

Pero las dudas sobre ti, entre electores independientes e indecisos como yo, que no acaban de decidirse, persisten por razones que resumo fundamentalmente en tres rubros. 1) Dudas sobre tu congruencia; 2) Dudas sobre tu temperamento; 3) Dudas sobre tu compromiso para acabar con el pacto de impunidad vía la transformación institucional. Y en los últimos meses esas dudas legítimas se ha acentuado.

Las dudas sobre tu congruencia crecen cuando Morena se alía con el Partido Encuentro Social; cuando Morena parece volverse el partido de los pepenadores, recogiendo el cascajo ex priista y, en el caso de Chihuahua, defendiendo a Manlio Fabio Beltrones en lugar de apoyar a destapar la cloaca que acertadamente abrió Javier Corral; cuando Morena absorbe y absuelve a los malolientes que históricamente han saboteado la posibilidad de cambio y perpetuado el pacto de impunidad; cuando Morena le hace guiños al PRI.

Las dudas sobre tu temperamento aumentan cuando regresas a la rijosidad y al pugilismo, que tanto te costaron en el pasado. Con tu virulencia verbal y tu descalificación personal contribuyes a crear una tensión social de la que no te haces cargo. Das licencia para matar; das permiso para agredir. El que seas atacado, una y otra vez, de manera mañosa e inmisericorde por el gobierno no justifica que tú reacciones mimetizando el odio. Cuando tú respondes, no desmontas argumentos; agredes, atacas. Actúas de formas que minan la deliberación y el diálogo y despiertan preocupación por el tipo de liderazgo que ejercerás si llegas a Los Pinos.

Las dudas sobre tu compromiso con el cambio genuinamente opositor emergen cuando sugieres que todo se resolverá por tu voluntad, por tu decreto, por tu ejemplo. “Se acabará la corrupción”. “Habrá paz”. “No habrá venganza, sino justicia”. Pero todo ello, para ocurrir, transita por la remodelación institucional que ignoras o desprecias. En vez de sumarte al movimiento #FiscalíaQueSirva o #Reforma102 o #SeguridadSinGuerra, anuncias nombramientos de allegados que se encargarán de resolverlo todo, cuando el problema ha sido precisamente la apuesta por personas y no por instituciones, la ausencia de contrapesos sistémicos, la falta de transparencia. Nos faltan instituciones capaces de combatir la impunidad y garantizar el Estado de Derecho, no sólo funcionarios honestos.

Entonces, Andrés, va una sugerencia no solicitada. La próxima vez que sientas la tentación de descalificarme a mí o a cualquiera que esté en desacuerdo contigo, piensa cómo vas a persuadir, no cómo vas a embestir. Piensa en los indecisos, políticamente huérfanos, ambivalentes sobre tu candidatura; el 70% del electorado. Piensa en cómo ganar nuestro voto, cómo inspirar nuestra confianza, cómo atemperar nuestros temores. Piensa cómo convencer y eso no se hace desde la mezquindad. Y ojalá recuerdes la palabras de Nietzsche: “quien pelea contra monstruos debe tener cuidado de no convertirse en monstruo”.

Publicado en Reforma/ nssoaxaca.com

Otras notas que pueden interesarte