Las mujeres sepultureras del panteón San Rafael: Doña Lupita

Juan Carlos Segundo

Doña Lupita tiene 72 años y fue, junto a su hermana María Emelia “La Morena”, una de las primeras sepultureras en la Ciudad de México; el panteón San Rafael, que está a unos metros del estadio Olímpico Universitario, se convirtió en su segunda casa y donde al fallecer quiere ser enterrada para estar con su mamá. 

«Sepulturera hasta la muerte, si Dios nos da licencia», afirmó Guadalupe Contreras, quien lleva trabajando más de 32 años en el panteón San Rafael y cuyo empleo le dio para sacar adelante a sus cuatro hijos tras separarse de su esposo. 

Mi base me llegó en 1990, pero entré a trabajar aquí en 1989, mi hermana María, ‘La Morena’, y su amiga tenían ya siete años como sepultureras, por eso se fueron antes que yo. Me sentía apoyada por mi hermana, porque ella tenía años de estar aquí y pues yo de nueva si me daba miedo”, recordó entre risas doña Lupita.

Actualmente doña Lupita solo barre, limpia y saca la basura del panteón San Rafael, un infarto le impidió seguir cavando fosas, sacar cascajo y hacer trabajos pesados, sin embargo, su sobrina Alma y su compañera Agustina, quienes son ya la segunda generación de sepultureras, se encargan de ello.

Me ha gustado mucho ser sepulturera, porque es muy tranquilo y es muy socorrido, ahora ya me la tengo que llevar tranquila, porque me empiezo agitar y como que siento una bola que no me deja respirar, pero mientras se llega el programa de base por base, porque le quiero dejar la base a mi hija, por eso me estoy aguantando”, comentó doña Lupita.

“A las sepultureras nos dicen Camilas”

A lo largo de sus 32 años de experiencia como sepulturera, doña Lupita ha vivido y visto de todo en el panteón San Rafael, pero para ella lo más importante es darles descanso eterno a las personas y que el Día de Muertos las familias tengan un lugar digno para visitar a sus difuntos.

A nosotras las sepultureras nos dicen Camilas, que significa las que encaminan el alma al cielo. Ser sepulturera es darles descanso eterno a las personas”, afirmó.

Su labor es pesada y para cavar una fosa deben tardarse máximo dos horas, apoyadas de pico, pala, marro, barreta y la cuchara, así como faja, guantes y botas.

Hay unas que son antiguas y traen piedra volcánica revuelta y cuestan más trabajo; este panteón tiene más de 200 años, hay tumbas de 1837”, explicó doña Lupita.

Señaló que el número de entierros varía, porque por ejemplo con la pandemia hubo muchos y ahorita ya casi no hay.

Toda esta semana no ha habido ninguno, la otra semana creo hubo tres”, dijo doña Lupita, quien gana 7 mil pesos al mes como sepulturera. 

Ella aún recuerda su primera experiencia como sepulturera, la cual no fue muy buena.

La primera vez que me mandaron a hacer una fosa, ya casi para llegar a la caja, que era de madera, que me sumo al meter la pala, que me voy, yo sentí que el muerto me jalaba, entonces pegué un brincote y salí. Mi hermana y la otra señora burlándose de mí, pero pues así aprendí hacer las cosas y de ahí empezó todo”, relató.

 Día de Muertos y su día a día con la muerte

Para Doña Lupita la muerte es una persona, que “yo creo que la mandan, porque cuando nos toca nos toca, aunque te quites”.

Hay que tenerles miedo a los vivos, los muertos ya están descansando, ya están juzgados por Dios”, agregó.

Y es que doña Lupita tiene sepultada en el panteón San Rafael a su mamá, a su hermana, a su cuñado, al esposo de su sobrina, ya que les dieron fosas por su trabajo.

Ella también quiere ser sepultada en el panteón San Rafael al morir, porque “quiero estar enterita, completita y con mi mamá”.

De acuerdo a doña Lupita, el Día de Muertos en el panteón San Rafael se vive en un ambiente muy alegre, al menos así fue en los años antes de la pandemia.

Antes de la pandemia, venían mariachis, norteños, trío y había misas, a ver este año que tal se pone la celebración a los difuntos, aunque nosotras vamos a trabajar, estaré un ratito aquí con mi mamá”, aseguró.

Doña Lupita también relató tres episodios paranormales que le han tocado durante los años que lleva trabajando en el panteón San Rafael.

El primero fue la de un señor con camisa blanca cerca de la pileta del panteón y quien siempre estaba viendo para la salida, sin embargo, a ella no le dio miedo.

Su segunda experiencia si fue un poco más fuerte y la tercera no sólo se quedó en el panteón sino la siguió hasta su casa.

Pues vi un niño con un peto de mezclilla y una playera blanca, estaba saltando en las tumbas, tampoco me dio miedo, eso pasó un 30 de abril”, comentó.

Sin embargo, una vez vio a Agustina, su compañera sepulturera, con una niña, pero al preguntarle si era su sobrina, ella le dijo que no trajo a nadie, “pero al irme a mi casa en el Olivar del Conde, subo a ver a mi hermana en el segundo piso y mi sobrina me dice, tía ya vio quién está junto a usted y le contesto, una niña, dice sí, está paradita junto a usted”.

Y pues ya me dicen que ha de querer luz, le compré una veladora, en mi casa tengo a mi niño Dios que es muy milagroso y le digo como ves que dicen que me traje una niña del panteón, no vayas a dejarla entrar porque no vaya a ser cosa mala.

Compré la veladora y la puse con el niño, no se quedó en mi casa, pero si en la de mi hermana y fue cosa mala, ahí duró como un mes, pero no los dejaba dormir, les hacía ruidos, espantaba a los niños, tuvieron que hablarle a una persona para que limpiara la casa”, relató doña Lupita.

Desde entonces doña Lupita ya no se ha llevado a nadie del campo santo, solo los buenos momentos en el panteón San Rafael que es su segunda casa.

Publicado en Excélsior

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