El ‘ghosting’ y las relaciones desechables

Verónica Salame

Hola, nuevamente aquí tu amiga cincuentona. Sí, esta es la primera vez que nos saludamos, retomo el por qué me denomino así: porque soy de la generación de los 80, que como bien sabes, somos el sándwich entre lo análogo/manual y lo cibernético, con un cambio en la manera de pensar, hablar y actuar. Por ejemplo, en mis tiempos, el feminismo no era un tema cotidiano, y mucho menos pensé que hablaríamos de ‘elles’ y mil palabras que marcan una transformación generacional muy drástica. Y sí, a mí también me tocó ver a mis papás como seres de otra época, pero debo reconocer que el cambio no fue tan dramático, como lo es ahora.

Hoy quiero continuar con el tema de las apps, sólo que desde el punto de vista del famoso ‘ghosting’, o desaparecer. El ‘ghosteo’ que hoy es muy fácil ejecutar en las aplicaciones sociales, con que dejes en visto a alguien y lo acabes eliminando o hasta bloqueando, ya tienes un mecanismo que hace más impersonales las relaciones; cero compromiso.

En mis tiempos (repito) también había ‘ghosting’, pero no se llamaba así, ni siquiera recuerdo que tuviera nombre específico (más allá de la clásica ‘ley del hielo’). Y obviamente era rudimentario y mucho más comprometedor porque habitualmente no te quedaba de otra más que confrontar a la persona, ¡y era súper incómodo!, pero por lo menos debías armarte de valor y poner una excusa.

¿Cómo lo hacíamos antes? Obviamente aleccionabas a todos en casa, para que quien contestara dijera que no estabas, porque claro que en ese tiempo no teníamos identificador de llamadas. Tratábamos lo más posible de no levantar el teléfono. Si estabas en un café y tus amigas te decían ‘ahí viene’, o te volteabas y te hacías la loca, o le corrías al baño, pero más temprano que tarde te encontrabas a esa persona y tenías de dos sopas: intercambiar un friísimo hola y aguantar el momento incómodo, o protagonizar la confrontación de ‘¿no te dijeron que te llamé?’. Añoranza y nostalgia de los tiempos.

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Bien, regresemos al siglo XXI. Creo que el tener chance de ‘ghostear’ a alguien con un solo clic, y hacer las relaciones menos comprometidas, es parte de que todo se ha vuelto muy impersonal. Todos tenemos buenos y malos días, y no somos los más dóciles en el trato, o los menos complicados en una primera cita. Pero, qué fuerte que ya ni el chance de recibir un no en tu cara. La salida fácil se ha convertido en moneda de cambio.

Y eso que no hemos entrado al tema del ‘ghosting’ después de un haber tenido sexo, o de un ‘one-night stand’. Porque, aunque nos hagamos las muy frías y muy sin interés de compromiso bajo la bandera de “sólo quiero sexo” (que no dudo que en varios casos así sea, y no pasa nada), la verdad es que, las mujeres nos involucramos emocionalmente más fácil que los hombres. Qué fuerte que hayas tenido una súper noche de pasión “para ti” y el otro nunca vuelva a aparecer en escena, simplemente te bloqueó; ¿qué sigue? Recoger los cachitos de autoestima y amor propio, aunque finjas que a ti sólo te interesa tener sexo sin compromiso. Bravo por la que sí, no vine a juzgar, pero a la mayoría no le creo.

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Estoy convencida de que lo importante de rescatar en todos estos temas, y a manera de reflexión, es que realmente las apps han afectado tremendamente nuestra autoestima; tenemos tanta necesidad de aceptación que vamos inventándonos personajes que nos alejan de ser quienes realmente somos, y eso nos dice sin duda que quienes no nos aceptamos somos nosotros mismos, nosotras mismas, y el ‘ghosting’ es un tache más a la desvalorización de las personas. Una raya más al tigre.

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