Los peligros de la hepatitis: lo que debes saber

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Se conoce como hepatitis a la inflamación del hígado, que es una respuesta del sistema inmunológico a diversas agresiones que dañan las células hepáticas, conocidas como hepatocitos, indica el Dr. Aldo Torre Delgadillo, médico gastroenterólogo y hepatólogo del Centro Médico ABC.

El Centro de Control de Enfermedades y Prevención (CDC) señala que las muertes por enfermedad del hígado incluyen causas subyacentes como enfermedad hepática alcohólica, hepatitis crónica, hepatocarcinoma y complicaciones de la cirrosis.

La hepatitis puede generarse por diferentes causas 

En términos generales, la inflamación hace referencia a la hinchazón de algún órgano que ocurre cuando este se lesiona o infecta y, en algunas ocasiones, puede afectar su buen funcionamiento.

En la hepatitis, la inflamación del hígado puede presentarse de manera aguda, es decir, a corto plazo o bien, crónica a largo plazo.

Existen diferentes tipos de hepatitis, por un lado, están las virales y que son el origen más común, pero también puede haber por causas no virales.

La hepatitis viral se produce por diferentes tipos de virus y se clasifica en:

  • Hepatitis A: se transmite a través de los alimentos o agua contaminada por materia fecal. 
  • Hepatitis B: se transmite por contacto con la sangre u otros fluidos corporales infectados.  
  • Hepatitis C: esta variedad se transmite por la sangre y, con frecuencia, es a causa de compartir agujas contaminadas. 
  • Hepatitis D: se presenta únicamente en personas que previamente se han visto infectadas de hepatitis B y se transmite también a través de los fluidos corporales. 
  • Hepatitis E: su transmisión es mediante agua contaminada. 

Mientras que las hepatitis no virales son:

  • Hepatitis alcohólica: se genera debido al consumo excesivo de sustancias alcohólicas durante un largo periodo de tiempo. 
  • Hepatitis autoinmune: en estas personas, su propio sistema inmunológico ataca las células del hígado de manera errónea. 
  • Hepatitis tóxica: se produce ante la exposición a algunas sustancias tóxicas ya sean de origen natural o químico, como venenos, medicamentos, suplementos, etc. 
  • Hepatitis metabólica: a raíz de diferentes tipos de trastornos metabólicos, como la enfermedad del hígado graso no alcohólico, alteraciones en el metabolismo del hierro y cobre. 

De entre todos estos tipos de hepatitis, no todos progresan igual, ni son igual de agresivas, señala el Dr. Torre. Las hepatitis más preocupantes son aquellas que progresan a daño hepático crónico, lo que se conoce como cirrosis, y estas son la hepatitis metabólica, hepatitis alcohólica, hepatitis B, hepatitis C y hepatitis autoinmune.

Los factores de riesgo para las diferentes formas de hepatitis son variados, pero es crucial comprender cuáles son y cuáles tenemos para lograr la prevención o diagnóstico temprano.

Para las hepatitis virales conocer su punto de contagio es importante, el consumo de agua o alimentos contaminados es un riesgo de hepatitis A y E; el contacto de fluidos corporales como sangre, compartir drogas intravenosas o llevar relaciones sexuales sin protección son fuente de contagio de las hepatitis B, C y D.

El consumo de alcohol se considera excesivo tomando más de tres bebidas alcohólicas al día en hombres y más de dos en mujeres, durante largos periodos de tiempo. Además, puede haber situaciones genéticas que afectan el metabolismo del alcohol.

La hepatitis autoinmune es una situación azarosa. Aunque las mujeres son más propensas a desarrollar padecimientos autoinmunes, los hombres no dejan de estar en riesgo, especialmente, si se cuenta con antecedentes familiares de enfermedades autoinmunes como la tiroiditis de Hashimoto, enfermedad celíaca o artritis reumatoide.

El uso prolongado de algunos medicamentos como analgésicos, antibióticos, medicamentos para la tuberculosis, sin llevar un adecuado control médico, es un factor de riesgo para la hepatitis tóxica; pero también se puede desarrollar por la exposición a productos químicos industriales, el consumo de algunas hierbas o suplementos, situación de mucho riesgo en nuestro país, y más por el daño dual que pueden presentar con hígado graso.

Otras situaciones como obesidad, diabetes tipo 2, síndrome metabólico, hipertensión arterial, dislipidemia, sedentarismo e hígado graso pueden favorecer el desarrollo de hepatitis no alcohólica.

El hígado graso o esteatosis hepática es una acumulación de grasa en las células del hígado que, aunque puede ser una condición benigna, en caso de que la acumulación de grasas sea significativa, puede desencadenar inflamación del hígado y daño hepático.

La relevancia del hígado graso al momento de hablar de hepatitis se debe a que su presencia puede agravar la inflamación del hígado y aumentar el daño hepático en la persona. También puede provocar que haya una respuesta menos favorable a los tratamientos antivirales para la hepatitis y generar complicaciones metabólicas. La coexistencia de hígado graso y hepatitis significa que el hígado debe trabajar con mayor estrés por ambas condiciones, lo que es especialmente relevante en México.

A nivel mundial la prevalencia de hígado graso es del 30% de la población, pero en México las cifras superan el 50%; adicionalmente, hay una prevalencia genética del gen PNPLA3 que se asocia con niveles aumentados de grasa en hígado y el cual es un riesgo de progresión de fibrosis, inflamación y esteatosis.

Síntomas y secuelas de la hepatitis 

La hepatitis es un padecimiento que con frecuencia inicia asintomático, y hasta que ha progresado más allá de la hepatitis crónica, se pueden percibir. En aquellas personas que sí presentan síntomas, los más comunes sin importar el tipo de hepatitis son:

  • Ictericia: es la coloración amarillenta que se puede presentar en los ojos o la piel y es a consecuencia del incremento de bilirrubina en la sangre ya que el hígado inflamado no logra procesarla adecuadamente. 
  • Fatiga: la persona con hepatitis puede presentar cansancio o fatiga extrema, esto pasa porque el daño hepático interfiere con el metabolismo y la producción de energía. 
  • Dolor abdominal: la presencia de dolor o incomodidad en la parte superior derecha del abdomen es un síntoma frecuente, su intensidad puede ser desde leve a severa y también puede ser algo intermitente o constante. 
  • Náuseas y vómito: debido a que el hígado no puede manejar de manera adecuada las toxinas y los productos de desecho, el sistema digestivo se ve afectado provocando esto. 
  • Cambios en el apetito: la hepatitis suele causar pérdida del apetito y, además, estar acompaña de una aversión a algunos alimentos, principalmente los grasosos.  
  • Coluria: la orina oscurecida es un síntoma característico en todas las hepatitis, a raíz de la excreción de bilirrubina. 
  • Acolia: las heces se presentan con un tono claro o color arcilla, como resultado de la falta de bilis en ellas. 
  • Prurito: una sensación de picazón generalizada que puede llegar a ser muy incómoda. 
  • Fiebre: especialmente en las fases agudas, la fiebre puede acompañar a la hepatitis, como una respuesta del cuerpo a la infección o daño hepático. 

Pero, a pesar de estos síntomas compartidos, también existen síntomas únicos o más característicos en función a la causa subyacente, señala el Dr. Torre.

Un ejemplo de esto son las hepatitis virales, donde la hepatitis B y C pueden llevar a una infección crónica que durante años es asintomática pero también pueden presentar ascitis que es la acumulación de líquido en el abdomen, sangrado variceal en el esófago y un estado de confusión conocido como encefalopatía hepática, cuando el paciente ya presenta cirrosis.

La hepatitis A suele comenzar de manera abrupta con síntomas como fiebre, dolor abdominal intenso y diarrea; y es frecuente que suceda en niños. La hepatitis E puede ser muy grave en las mujeres embarazadas, especialmente en el tercer trimestre.

Mientras que la hepatitis tóxica puede acompañarse por un rash cutáneo, inflamación de los ganglios linfáticos o un aumento de un tipo particular de glóbulo blanco en la sangre, esto tras la exposición al agente tóxico.

Aunque en un inicio el médico de atención primaria, puede realizar el chequeo médico y encaminar el diagnóstico, el médico hepatólogo es el especialista en tratar este tipo de padecimiento, por lo que es recomendable buscar su atención para el diagnóstico o posterior a este.

Llegar al diagnóstico de hepatitis implica conocimiento de la historia clínica del paciente, exámenes físicos, pruebas de laboratorio y, en ocasiones, estudios de imagen o biopsia hepática.

En las hepatitis virales existen diferentes pruebas de laboratorio para identificar cada variedad; para la hepatitis alcohólica se emplean pruebas de función hepática, conteo de bilirrubina y marcadores de consumo de alcohol. Para la hepatitis no alcohólica se puede recurrir a un perfil para evaluar los factores de riesgo metabólicos, mientras que en la hepatitis autoinmune se puede solicitar una prueba de anticuerpos específicos.

Los estudios de imagen pueden incluir el ultrasonido, tomografía computarizada, resonancia magnética o elastografía.

Pero la elección de cada posible estudio o prueba dependerá de lo que el médico crea pertinente.

Prevención y cura de la hepatitis 

Todas las formas de hepatitis pueden ser prevenibles, para lograr esto, es importante que las personas conozcan los factores de riesgo y el historial familiar, para identificar si hay antecedentes de daño hepático, diabetes, obesidad, cardiopatía isquémica, entre otras.

El daño hepático crónico puede tardar entre 20 a 30 años en evolucionar, aunque entre más factores de riesgo, el periodo se puede reducir.

El Dr. Torre comenta que es muy importante identificar esta situación lo antes posible, debido a que la principal secuela de la hepatitis, que ha evolucionado a crónica, es la cirrosis. Se conoce como cirrosis a una afección en el hígado que ha cicatrizado tras la inflamación y ahora se encuentra permanentemente dañado.

La cirrosis tiene múltiples consecuencias negativas para la salud que van desde la pérdida de función hepática, complicaciones como insuficiencia renal, problemas respiratorios, acumulación de toxinas en la sangre, aumento en el riesgo de desarrollar cáncer de hígado, problemas nutricionales y, especialmente, es una enfermedad potencialmente mortal.

La hepatitis, sin importar su subtipo, es una enfermedad compleja donde la clave es tratar de prevenir, mediante el uso de vacunas, cambios en el estilo de vida y dar atención a los factores de riesgo. Pero en caso de ya haberla desarrollado, una detección temprana y un tratamiento personalizado pueden llevar a la cura, antes de que la situación evolucione a un punto irreversible.

El Centro Médico ABC cuenta con el área de Medicina Interna, donde especialistas como los hepatólogos o gastroenterólogos pueden dar atención especializada desde la educación para prevenir el desarrollo de hepatitis, o dar atención a las diferentes etapas de esta enfermedad.

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