México, único, pero diverso

Excélsior

Tradiciones como el Día de Muertos son parte de la imagen que México muestra al mundo y que definen lo que es ser mexicano. Sin embargo, dentro de la mexicanidad también existe la pluralidad.

Bodas con caimanes para buenas cosechas y pesca; peleas de tigres para llamar a la lluvia; iluminar con velas las calles y jugar con carritos para orientar al Niño Perdido, y danzas con vestuarios coloridos son rituales que perviven en los estados y que hacen a nuestro país único en su diversidad.

A estas costumbres, que a veces no son asociadas con lo que es ser mexicano, se suman las diferentes expresiones que implican el lenguaje, como las bombas yucatecas o las diferentes maneras de referirse a un mismo objeto según la zona del país.

Para Abraham Moles, científico social francés, “la mexicanidad es una alternativa positiva al nacionalismo tradicional. Tiene un contenido rico y sin exclusiones o reglamentaciones. Propone un estilo de vida como factor de integración más potente que la nación, un concepto ya connotado negativamente en muchos países y en la juventud”.

Es por ello que las distintas tradiciones del país muchas veces contrastan con la idea de nacionalismo, que, de acuerdo con Manuel González Navarro, investigador de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM),“está acompañada de valores religiosos que simbólicamente representan la idea, forma y ser del mexicano. Visto hacia afuera, el compatriota siempre recordará las formas del nacionalismo acompañadas del grito de ¡Viva México! o ¡Viva México, cabrones!, que es una exclamación revolucionaria, independentista, soberana y de reafirmación de la identidad”, considera.

Se casan con lagartos para tener buenas cosechas

POR PATRICIA BRISEÑO

OAXACA, Oax.— Es costumbre, en San Pedro Huamelula, región del Istmo de Tehuantepec, que en la fiesta patronal de San Pedro Apóstol, el 24 de junio se represente el ritual del casamiento entre el alcalde y una lagarta, para representar la comunión entre el hombre y la naturaleza, además de la petición de lluvias abundantes y buena cosecha.

El presidente municipal en turno encabeza la celebración del ritual, heredado por tradición oral, del hermanamiento entre el pueblo chontal y el huave (ikoots).

Según los cronistas de la región, la tradición simbólica surgió en 1499 cuando los chontales entraron en disputa con los huaves. Ambos pueblos se peleaban una amplia extensión territorial, y en su lucha, “demostraron su poder de propiciar lluvias o buenas cosechas”.

Sin embargo, la princesa huave se enamoró del hijo del rey chontal, lo que favoreció la unidad de los pueblos. El día del casamiento, la princesa llegó a tierras chontales convertida en lagarto, pues “los huaves tenía el poder de convertirse en animal”.

Cada año, la ceremonia se repite simbólicamente reanimando los lazos de amistad entre Huamelula y los mareños, huaves o ikoots de Santa María del Mar, a favor de la abundancia de la tierra, lluvias y cosechas generosas.

El festejo se celebra previo al cierre de la fiesta patronal de Huamelula a la que acuden poblaciones vecinas, sin faltar la banda de música local que acompaña a la novia lagarto en su recorrido por el pueblo.

Los mareños mantienen en cautiverio al reptil que usarán en el rito costumbrista, ataviada con una túnica blanca y flores pequeñas.

Año con año este evento organizado en la región del Istmo atrae la atención de locales y visitantes, y gradualmente se apuntala como un atractivo turístico.

Pero a los lugareños, los que les interesa es seguir con la tradición y conseguir buena cosecha, sobre todo en los tiempos actuales con estiaje prolongado y cambio climático.

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Misticismo del Niño Perdido en Tuxpan

POR LOURDES LÓPEZ

Se trata de un pasaje religioso, en el cual recuerdan cuando Jesús, a la edad de 12 años, se extravió antes de la Pascua

TUXPAN.- Un pasaje religioso del cristianismo de la vida del Mesías es conmemorado por niños y adultos cada 7 de diciembre en Tuxpan: el Día del Niño Perdido.

La noche se envuelve de un misticismo único porque con velas y cirios  iluminan las calles y los callejones, balcones y terrazas.

El evangelio según San Lucas narra cómo el Niño Jesús, de apenas 12 años, se perdió cuando viajaba con sus padres para las fiestas de la Pascua. Desesperados, María y José, sus padres, lo buscan por tres días y tres noches, hasta que lo encuentran en el templo, cuestionando a los sabios.

La historia fue retomada por el fraile Junípero Serra, con el propósito de honrar la unidad familiar y el respeto por la infancia.

Actualmente, más allá de lo religioso, la conmemoración abarca los tristes episodios de los niños extraviados, de- saparecidos, y la tragedia que viven sus familias.

Por eso, los menores llaman al Niño Perdido, lo atraen con carritos, pelotas, trompos, yoyos, cualquier juguete que es colocado en la vereda iluminada, para conducirlo a la luz, la de la alegría y la ilusión, pero además de la unión familiar, explican los pobladores que comentan orgullosos de su tradición.

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La Tigrada, uno de los rituales más vistosos del estado

CHILAPA, Gro.— La Tigrada es un festejo que cada año indígenas nahuas realizan para pedir buenas lluvias con una mezcla de raíces ancestrales con la festividad católica de Santa María de la Asunción, esto en el municipio de Chilapa, puerta de entrada a la región de la Montaña de Guerrero.

Las festividades incluyen danzas, mezcal, música y por supuesto personas disfrazadas de tigres; el objetivo es llevar a cabo un agradecimiento especial al dios de la lluvia y de la tierra, Tláloc, asimismo agradecer a la virgen de la Asunción por los favores recibidos durante el año. Este festejo se replica en diferentes fechas en otros municipios de Guerrero.

Para esta festividad participan tigres locales y visitantes, así como danzantes de municipios de Chilpancingo, Mochitlán, y Quechultenango, en la zona centro, y de Ahuacuotzingo, Atlixtac, Zapotitlán Tablas, Cualác y Tlapa de Comonfort, en la Montaña Alta, y de Juchitán, en la Costa Chica.

En la Tigrada, cientos de  indígenas nahuas, incluidos niños, visten el tradicional traje amarillo con manchas negras, que representa la piel del felino. Portaban también la máscara de tigre confeccionada en madera.

 En sus recorridos  por las calles, “los tigres”, arrastran  cadenas de metal simulando el estruendo de  los rayos en la lluvia  y son acompañados  por sus “perros”, que son niños y jóvenes con máscaras de canes que llevan consigo palos de otate.

En muchas comunidades se realizan peleas entre tigres que tienen “algún rencor atravesado” y ahí sacan todo. Una vez que concluyó la pelea quedan nuevamente como amigos, sin ningún rencor.

Originalmente este festejo se llevaba a cabo en los campos de cultivo, después se comenzó a realizar por las calles de las comunidades.

También participan mujeres con vestidos típicos, que bailan al ritmo de la música de viento que ameniza el recorrido.

En las diferentes culturas de México y mesoamericanas el felino representativo es el jaguar, un animal asociado con la valentía, la lluvia, los terremotos y la fertilidad, pero con la llegada de los Españoles, el jaguar se convirtió en tigre.

En el municipio de Zitlala, los tigres están asociados a la cosmovisión de sus antepasados.

Mientras que el tigre de Chilapa es un felino para la diversión, no para el ritual.

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Trascienden bombas y su jocosidad

POR FLOR CASTILLO

MÉRIDA.— “Del cielo cayó un pañuelo, bordado con mil colores y en una orilla decía mestiza de mis amores… ¡bomba!”.

Las bombas yucatecas se escucha en las vaquerías, en los festivales, es más que simples versos; son una forma de expresión que encierra la esencia del característico humor yucateco, es un estallido de ingenio que pasa de generación en generación.

Estas breves rimas, cargadas de picardía y sabor local, han sido parte indispensable de la cultura popular de Yucatán, pero ¿cuál es su origen y qué las hace tan especiales? Cronistas señalan que nacieron del mestizaje cultural que floreció en Yucatán durante la colonia, las bombas tienen sus raíces en las expresiones populares mayas y españolas. A lo largo del tiempo, estas composiciones improvisadas comenzaron a formar parte de las fiestas, las serenatas, de las jaranas, el tradicional baile regional, es una mezcla con palabras en español y en maya.

Las bombas se convirtieron en un juego de palabras ingenioso, capaz de generar risas y reflexiones al mismo tiempo. Hay diferentes, desde el humor blanco, hasta las que usan el doble sentido.

El termino bomba proviene de la sorpresa que provoca el último verso, que estalla como una carcajada o una exclamación del público. Otra versión sugiere que el nombre viene de la explosión rítmica que acompaña al momento de recitarla, como el golpe seco de un tambor que marca el final del verso.

Son utilizadas para amenizar reuniones, comentar situaciones cotidianas e incluso hacer críticas políticas o sociales de forma sutil y humorística. A lo largo del tiempo, se han ido adaptando a los temas actuales, lo que las mantiene frescas y vivas.

Una de las características más apreciadas de las bombas es su capacidad de improvisación. Si bien existen bombas tradicionales que todo yucateco conoce, muchos trovadores crean bombas al momento, logrando conectar con su público y el contexto en que se presentan.

Ernesto Méndez, trovador con más de 20 años recitando bombas, opina que le gusta sobre todo a los visitantes: “Qué bueno que se preserve la cultura de Yucatán, no todos saben el arte de recitar una bomba, para esto tienes que tener cierto ingenio, cabeza y amor por Yucatán”.

Doña Lidia Várguez, vecina del barrio mágico de San Sebastián, comenta “las personas que hacen las bombas tienen ingenio, éstas pueden ser usadas para la comedia, albur o doble sentido, hay variedad de bombas y la gente, los turistas y visitantes lo disfrutan bastante”.

Rafael Canto, joven estudiante, señaló “las bombas yucatecas son graciosas, así como esenciales para la cultura yucateca, ese humor cantado, con tonadas doble sentido y el acento aporreado, le da ese toque único”.

Las bombas van acompañadas de la forma peculiar con la que hablan los yucatecos, ese acento que los hace únicos, el tono “aporreado” y la simpatía; hoy por hoy los comediantes del teatro regional son los que más la usan, pero sin duda es una de las tradiciones que distinguen a los yucatecos.

Decenas de enmascarados celebran la Pasión de Cristo

POR ANDRÉS GUARDIOLA

LEÓN.— En el poblado de Purísima del Rincón, la Pasión de Cristo se vive con los rostros cubiertos, con gestos permanentes, esculpidos en máscaras. Es el evento más pintoresco de toda la entidad y se le conoce como Judea.

Probablemente es en México la única Semana Santa que es protagonizada por enmascarados y ha cumplido ya 151 años de festejarse.

Es importante puntualizar que Jesús es el único personaje que no lleva máscara. Los demás participantes de la celebración actúan, en su totalidad, con máscaras que ellos mismos han creado, y prácticamente todos, lucen escalofriantes y grotescos.

Sobre el mismo Jesús, el apóstol, el amigo y luego, el presunto traidor: Judas sobresale en la celebración. De ahí su nombre: Judea.

El originario de Queriyot, al sur de Hebrón, viste con una túnica parda, pero con una máscara negra, única en el desfile de máscaras que aterran y fascinan a los turistas y hasta a los mismos locales.

Judas, el protagonista de la Judea, corona la tradición al ahocarse. Es el punto cumbre de la fiesta de este rincón del estado de Guanajuato. Los rezos del Sábado de Gloria y las albricias por el Domingo de Resurrección cierran la Semana Santa en Guanajuato, luego del incluso violento fin de Judas Iscariote, cuya cuerda que rodea su cuello rechina en la madera mientras queda suspendido en el aire.

La tradición es cada vez más solicitada. En la Semana Santa de este año, la Judea alcanzó los 45 mil espectadores, provenientes ya no solamente de todo Guanajuato, sino también de todo el país, el gobierno municipal de Purísima del Rincón, así como la Secretaría de Turismo del Estado de Guanajuato, se han encargado de difundir, de a poco, la fiesta.

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Chicaleros, tradición centenaria

POR ARACELY GARZA. Corresponsal

MONTERREY.— Desde hace más de dos siglos en el ejido San Francisco de los Blancos, en Galeana, Nuevo León, se realiza la Danza de los Chicaleros, que es una antigua tradición indígena que se celebra en Semana Santa para pedir por las cosechas.

El grupo de danzantes se coloca máscaras y en su mano derecha carga un chicote, mientras que su cuerpo está cubierto por costales de ixtle.

El término de chicalero se deriva del vocablo chical, que hace referencia a un platillo norestense que se cocina durante la Cuaresma y lleva como ingredientes principales elote y chile colorado.

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