Más allá del condón: cómo deciden las mujeres cuántos hijos tener

Patricia Peiró

En 1956, 200 mujeres de escasos recursos de Puerto Rico se convirtieron en pioneras en el consumo de la píldora anticonceptiva sin ellas saberlo. Cinco años antes, la fundadora de la Federación Americana de Planificación Familiar, Margaret Sanger, había logrado un último empujón financiero para la investigación de este fármaco: se eligió a este grupo de mujeres para ponerlo en prática a gran escala por primera vez. Apenas se les informó de los efectos secundarios y se produjeron muchos abandonos. Tres años después, la píldora ya estaba en el mercado.

Hoy las mujeres ejercen un control sobre su vida reproductiva mayor que en cualquier otro momento de la historia humana. El 58% de ellas en todo el mundo usan métodos anticonceptivos modernos, un porcentaje que baja hasta el 37% en los países más pobres. El último informe sobre el Estado de la Población Mundial que cada año elabora el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) analiza los avances en la historia de la planificación familiar, pero también de los escollos que siguen existiendo para decidir sobre la fecundidad. «El hecho de poder decidir el número de hijos y cuándo tenerlos les ha abierto las puertas a una vida no dominada por la maternidad y la crianza de los niños, y ha contribuido a reducir la desigualdad de género», reza el análisis.

Más allá del condón: cómo deciden las mujeres cuántos hijos tener

Rasamee ocupa un puesto importante en una de las mayores empresas de su país, Taliandia. Ella volvió al trabajo dos meses después de dar a luz a su primer hijo (podía tomarse hasta tres). Sus abuelos emigraron desde China y pensaban que la escuela era solo para los niños, por eso su madre no pasó de primera, pero ella pudo licenciarse en la univesidad. «Las mujeres pueden trabajar y cuidar de sí mismas y no necesitan depender de sus maridos», cuenta ella. En su país existen políticas de planificación y los anticonceptivos están al alcance de la mano. 

Del 82% de chinas que hacen uso de los metodos de contracepción, al 7% de las habitantes de Chad y de Sudán del Sur, hay todo un mundo de obstáculos para llegar a un centro sanitario, para acceder a un condón, a la píldora, a un ginecólogo, o para recibir educación sexual en la escuela. El foco ahora está puesto en cómo deciden las mujeres cuándo, cómo y cuántos hijos tener y en reducir la desigualdad entre diferentes contextos.

No solo es imprescindible contar con un ambulatorio en el que haya preservativos, por ejemplo, sino que exista un acceso de verdad a la planificación. «Puede que haya una clínica cercana, pero el prestador de los servicios, debido a sus prejuicios, tal vez se niegue a dispensar anticonceptivos a una persona joven o una mujer soltera. Es posible que esa misma clínica también ofrezca solo una o dos opciones, pero no el preferido por algunas mujeres o puede ocurrir que existan leyes que bloqueen el acceso, o que los maridos prohíban a sus mujeres que usen cualquier tipo de método», analiza el informe. Natalia Kanem, directora ejecutiva del UNFPA, recordaba en un artículo que «por cada dólar que se invierte en servicios de salud reproductiva, se ahorran 2,20 en gastos sanitarios relacionados con el embarazo. Además, postergar la maternidad permite a las mujeres participar en la fuerza laboral remunerada por más tiempo, estimulando así la economía».

LAS LACRA DEL MATRIMONIO INFANTIL

El 21% de la población mundial se casa antes de cumplir 18 años (el 42% en algunas partes de África). En la inmensa mayoría de los casos, son las niñas las que llegan al matrimonio antes de la mayoría de edad. «Cuando una niña se casa, es menos probable que vaya a la escuela, que complete sus estudios o que se desplace libremente fuera de su hogar sin un acompañante; más probable que sea víctima de violencia por razón de género; y menos probable que cuente con conocimientos sobre su cuerpo y sus derechos», recuerda el informe de la UNFPA. En Bangladés, casi el 80% de las niñas se casan antes de los 18, frente al 8% de los niños. Le siguen Chad, Etiopía y Guinea como los países en los que más impera esta práctica, con porcentajes muy similares.

Una comisión internacional de expertos de la prestigiosa publicación científica The Lancet incluyó el año pasado en los estándares de salud asuntos como el derecho a controlar el propio cuerpo, definir la sexualidad, elegir a la pareja y recibir servicios confidenciales y de calidad. “Los cuerpos de las mujeres continúan siendo los campos de batalla en los que se libran discusiones ideológicas con resultados devastadores”, comentaron Richard Horton y Elizabeth Zuccala, editores de la revista.

El mundo prontó se concienció de la necesidad de facilitar la opción de decidir el número de hijos. En 1976, más de 100 gobiernos ya proporcionaban información y servicios. En 2015, el porcentaje de los que no apoyaban para la planificación familiar era solo del 6%, pero sí que permitían que el sector privado suministrara servicios por su cuenta. No obstante, la posibilidad de decidir se ve siempre infuenciada por el nivel económico de las familias. Mediha Besic, bosnia de 35 años, tiene cinco hijos. Parió al primero con 16. Ella y su marido no tienen dinero para comprar anticonceptivos, así que recurren a prácticas tradicionales, que no siempre funcionan. «Habría sido más fácil criar a dos hijos», cuenta Besic.

«Las mujeres de los hogares más pobres pueden encontrarse en situaciones en las que existe poco o ningún acceso a servicios de salud sexual y reproductiva. Esto se traduce en embarazos no planeados, un mayor riesgo de enfermedad o muerte a causa de complicaciones asociadas al embarazo o el parto, y la falta de asistencia por personal médico, de enfermería o parteras durante el parto y la necesidad consiguiente de dar a luz por sí solas», resumen los expertos de la ONU. Una evaluación de la Organización Mundial de la Salud en 24 países llevada a cabo en 2017 indicó que en los servicios de planificación familiar las existencias de algunos métodos anticonceptivos están agotadas aproximadamente unas tres cuartas partes del tiempo.

¿Qué se debe hacer para eliminar las desigualdades? «Los sistemas legislativos nacionales deben eliminar las disposiciones discriminatorias que aún existen, como los obstáculos que dificultan el acceso de los jóvenes, las personas solteras, los migrantes, las personas con orientaciones sexuales e identidades de género diversas, y otras, a los servicios y los métodos anticonceptivos». El análisis también hace referecia a las dificultades de fertilidad e insta a los gobiernos a «desvincular la fecundación in vitro de la capacidad de pago de los progenitores».

Un estudio del Instituto Alan Guttmacher calculó que para contar con unos servicios de salud reproductiva, materna y neonatal de calidad en todo el mundo, se requeriría un aumento del 37% en la financiación destinada al personal que dispensa anticonceptivos, mientras los cuidados a las madres y recién nacidos exigiría un aumento de alrededor del 20% con respecto a los niveles actuales.

Los estudios también apoyan el papel de los hombres como agentes activos en los procesos reproductivos. La UNFPA propone acciones como el asesoramiento de parejas, a fin de fomentar la comunicación y la resolución de conflictos, y la «educación sexual integral que hace hincapié en el empoderamiento de las mujeres y las funciones y obligaciones de los hombres».

Karan Singh, que ocupó el cargo de ministro de Salud y Planificación Familiar de la India en los años setenta afirmó: «El desarrollo es el mejor anticonceptivo».

Publicado en El País

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