Periodismo: ya no hay “vacas sagradas”

María Margarita Free del Castillo

Se acabó la época del periodismo de una sola persona, quedó en el sepulcro la expresión nada más de ida. La libertad de comunicar es de todos. Se vale la réplica y la contrarréplica. El periodismo, que se entienda bien, es correa de transmisión de ida y vuelta. No es delito opinar con libertad marcando la diferencia. No es punitivo disentir de lo que otros opinen.

El análisis del análisis llegó para quedarse en la vida pública de Sinaloa. No es faccioso ni fechoría levantar la voz para desmentir a quienes han hecho de la difamación, descarada o encubierta, una falsa praxis “intelectual” en los medios de comunicación.

El disenso es tan importante como el consenso, de no comprenderlo así, serviría de poco la solución democrática. Disiente quien opone razones a la ideología o a cualquier actividad. No hay verdades absolutas. Disiente quien, en el ejercicio de su libertad critica o discrepa de la opinión de un tercero. Disiente quien opone su visión moral de lo que considera justo a lo que estima injusto o a lo que valora como bueno, positivo y beneficioso en contra de lo que cree malo, negativo o perjudicial.

El disentimiento es la esencia del pluralismo, máximo valor del entendimiento democrático moderno. Disentir no es difamar. Es pensar diferente (o escribir diferente).

Uno de los desafíos de la libertad de expresión se da cuando para exponer las tesis que sostienen las diferencias se acude a la ofensa de los opuestos. Con frecuencia ante un escenario de disentimiento público en antesala a una decisión legal se va más lejos en el discurso al criticar los idearios o sentimientos de los que opinan distinto, expresiones que conllevan a uso de fórmulas inadmisibles como el vituperio, y ahí se empaña la validez de la causa que se defiende.

Otro reto que enfrenta la nueva era de la comunicación es el hecho de que aquellos que se decían dueños de la verdad ahora se llaman “lastimados” por la réplica o la contrarréplica y aprovechan la coyuntura del debate para llamarse víctimas de difamación o de campañas periodísticas y calificar a quienes disienten de “periodistas canallas”, sicarios, vendidos o tecleadores pagados sin oficio, preparación e inteligencia.

Cuando aquí en Mujeres por Sinaloa decidimos entrar al mercado de la comunicación, opinar distinto, disentir, nunca creímos que nos enfrentaríamos a ese “monstruo de la difamación”, a falsos intelectuales que aún se dicen dueños de la verdad pero que no toleran discrepancias periodísticas, a comunicadores que se llamaron atacados porque ya tenían su nicho de lectores a los que les llegaba nada mas su opinión. Los molestaba y molesta el arribo de otros puntos de vista.

Los monopolistas del análisis político, social, económico, universitario, pegaron el grito en el cielo. Cuidado, alertaron, “una opinión sustituye a otra” y encauzaron una campaña de linchamiento contra Mujeres por Sinaloa al grado de poner en duda nuestra existencia. La realidad es que nuevas opiniones, el análisis del análisis, ponía y pone en riesgo la credibilidad de quienes tradicionalmente se hicieron llamar “vacas sagradas” del periodismo.

El embate más fuerte contra Mujeres por Sinaloa vino de dos o tres jubilados de la Universidad Autónoma de Sinaloa metidos en una dinámica de ataque serial contra esta institución. No hay puntos neutros en el periodismo. La agresión a la Universidad obedecía y obedece a intereses externos, que usan a un reducido grupo de jubilados que perdieron sus privilegios y que tienen planes de regresarla al esquema del pasado para recobrar componendas perversas.

Decidimos disentir. Opinar diferente. Ofrecer otros puntos de vista a la sociedad sobre la cosa universitaria. La reacción fue furibunda, violenta. Páginas enteras, columnas, de un medio de comunicación fueron y son dedicadas a desprestigiar este humilde espacio de reflexión y análisis. 

El jubilado Ernesto Hernández Norzagaray estalló ante la presencia de otras opiniones en el escenario periodístico. Intolerante y misógino, desencadenó una campaña de difamación contra Mujeres por Sinaloa intentando enganchar contra este espacio a otros comunicadores. Nos llamó “plumíferas” que practicábamos -dijo- esa que la literatura especializada denomina “periodismo canalla”. Nos tildó de “especie de personajes oscuros que les queda grande el título de periodistas. Tecleadores pagados que sudan humores ajenos y despiden el olor de quiénes les paga. Y es que tratan con sus acciones de baja estofa, proteger a gente que teme perder lo obtenido con buenas o malas artes, pero lo hacen mal, les falta oficio, preparación, inteligencia. Y son peores los aprendices que no pueden estructurar una idea coherente”. 

Después saldría a la luz que Ernesto Hernández Norzagaray pertenece a un minúsculo grupo de jubilados que han intentado por todos los medios frenar el avance académico de la UAS, atentando contra su autonomía y prestándose a los “juegos de interés” de aquellos que sueñan con implantar en el alma mater la “corriente única” del pensamiento.

Flotaría en el ambiente universitario, el nombre de Ernesto como parte de la conspiración para acabar con el Fideicomiso de la Jubilación Dinámica, indispensable para darle viabilidad económica a esta prestación; ya quedó claro que este fondo financiero es necesario en todas las Universidades Públicas del país para acceder a apoyos adicionales o extras para cubrir el pago de las jubilaciones dado que el gobierno federal no incluye en los subsidios universitarios el pago de este beneficio.

En la campaña contra Mujeres por Sinaloa la intención era y es callarnos. Impedir que otras informaciones u opiniones fluyan hacia la sociedad.  Se ejercía y se ejerce presión para impedir el disenso, que opinemos.

En su pretendido linchamiento de Mujeres por Sinaloa, Hernández Norzagaray adquirió el rango de “periodista” intolerante, mercenario y sin escrúpulos, sin límites morales ni éticos. Repetía y repite infamias bajo el credo recomendado por Joseph Gobbels, el ministro de propaganda nazi, que reza: “Miente, miente, que al final algo quedará… …cuanto más grande sea una mentira, más gente lo creerá…».

Ernesto Hernández Norzagaray vive ahora en la confusión mental permanente. Sigue sin tolerar la prudencia y paciencia en otros análisis objetivos, con conciencia inmediata, descalificando, con insultos, todo aquello que no acomode a sus intereses rayando así en una neurosis obsesiva.

La confusión del principal detractor de Mujeres por Sinaloa es mayor porque atentó contra el Fideicomiso y sin la falta de este instrumento el gobierno federal niega el apoyo presupuestal para el pago de las jubilaciones dinámicas. Ernesto es beneficiario de esta prestación. Como quien dice se practicó el harakiri y puso bajo amenaza de perder la jubilación a miles de trabajadores universitarios en retiro.

Seguimos opinando…y sigue la campaña de difamación en nuestra contra ¡qué viva la réplica y la contrarréplica, el análisis del análisis! ¡qué viva el disenso!, sin las críticas no fuéramos nada. Gracias a quienes nos censuran somos un espacio que ganamos día a día más lectores.

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