Miedo, frustración y tristeza; testimonios de “guerreros” frente al Covid-19

Saúl Martínez

MEXICALI, Baja California.- Cuando le dijeron a Beatriz que estaría al frente del área Anexo Covid, en el Hospital Regional de Zona No. 30 del IMSS, tuvo que tomar decisiones que nunca en sus 15 años de servicio había tenido que hacer; lloró por horas, sintió miedo, previó lo que haría en caso de contagiarse y tuvo que hablar con su hija de 12 años.

Esta encomienda implicaba que se aislara por una semana en su casa mientras estuvo al frente del área de los derechohabientes afectados en Mexicali, y luego otras dos semanas de cuarentena para ver si desarrollaba algún síntoma del Covid-19, por si el traje no la hubiera protegido lo suficiente.

Beatriz habló con su hija y le hizo entender que no podía negarse a la atención de este encargo, pues para eso se formó como enfermera. A partir de ahí tomó decisiones difíciles: a su hija la mandó a vivir con la abuela y solo puede hablar con ella por teléfono, hacer Facetime o verla desde el cerco de su casa.

Como madre soltera, para Beatriz Adriana Romero fue muy difícil  enfrentar esta situación, sobre todo por la posibilidad de que resultara contagiada por atender a las decenas de pacientes que se han ido acumulando en los últimos días. Esto implicaría que su hija pudiera quedar desamparada.

Para el personal médico, la contingencia sanitaria del Covid-19 tiene un significado muy diferente al del resto de la población. Miedo, tristeza, impotencia, frustración. Ella es solo una de las personas que ha visto de primera mano los efectos mortales de este virus en las personas, pero también el otro rostro de la moneda: la incredulidad, indolencia y la negligencia de muchos mexicalenses.

El traje sin rostro 

Les toma de 30 a 40 minutos alistarse para entrar al área de pacientes con Covid. Dos personas más les ayudan a ponerse batas, dobles pares de guantes, cubrebocas N95, gorros y googles, estos últimos tan apretados que terminan por hacerles llagas en el tabique nasal y alrededor de los ojos. Deben ir de este modo para aumentar su efectividad.

Julio César Trujillo es uno de los enfermeros que ha pasado por este proceso. La hermeticidad del traje le provocó al principio ansiedad, pues es difícil respirar y movilizarse. Una vez puesto este atuendo no puede tomar agua, comer y tampoco ir al baño hasta que termine su turno, regularmente de 8 horas.

Cuando concluye su jornada, deben de tomar un baño, vestirse y regresar a sus casas en condición de aislamiento. Ahí deben de continuar con las medidas de higiene y sanidad, monitorearse para ver si presentan síntomas. No pueden tener contacto con nadie durante la semana que es asignado al área ni las dos semanas posteriores.

Beatriz y Julio coinciden que el primer sentimiento al ser asignados al anexo Covid es el miedo. La vestimenta que utilizan refuerza ese mensaje: el riesgo es tal, que debes vestir toda esta protección por tu bien, y esa podría ser la diferencia entre la vida y la muerte.

El Cuarto Triste

¿Qué fue lo primero que te pasó por la cabeza cuando te dijeron que te iban a asignar el anexo Covid?, pregunto por videollamada a Beatriz. Su voz se vuelve temblorosa. Trata de aguantar las lágrimas mientras explica el miedo que sintió y sobre todo el temor de contagiar a su hija, a su mamá, a un ser querido. “Una vez que tomas la decisión de aislarte, sabes que es lo mejor, pero hacerlo no es fácil”, su voz sucumbe, llora un poco y se recompone para continuar la entrevista.

Una vez que se ha enfocado en la atención a los pacientes debe mantener la mente fría para las labores que se tienen que hacer en el anexo. Tomar muestras, canalizar pacientes, medicar, monitorear, cambiar camas o pañales.

El ambiente dentro del área cuasi estéril se vuelve denso, frío y triste, explica Julio. Los pacientes le han preguntado a qué hora morirán, si creen que sobrevivirán o si pueden ver a su familia. Ninguno puede recibir visitas, no pueden tener celulares a la mano ni estar en contacto con alguien que no sea un médico, enfermero, camillero, intendente o asistente de alimentos.

Todos ellos llevan equipo de protección que les ha privado del rostro, de una mirada o un gesto que reconforte a los pacientes. Julio se siente frustrado porque incluso el traje dificulta la comunicación por el cubrebocas, la careta y los googles.

“Un día les puse música con un celular, algunos de ellos sonrieron, traté de alegrarles un poco el día, incluso a los que se sienten tristes los he tomado del hombro, que sientan algo de contacto, aunque después tenga que cambiarme de guantes”, comenta Julio.

En esta área han visto a pacientes imposibilitados para dormir por el dolor, el estrés, la desesperanza, la angustia de no ver de nuevo a su familia, también por la tos seca que les raspa la garganta, que los deja sin aire. Han visto a gente morir de un momento a otro. “Es frustrante no poder hacer nada por ellos”, dice Beatriz.

A contracorriente

No importan los sacrificios que el personal médico ha hecho y seguirá haciendo para contener la pandemia, nunca serán suficientes para enfrentarse a la incredulidad, la indolencia y negligencia de quienes no han seguido las recomendaciones sanitarias.

Beatriz ha visto cómo algunos pacientes exigen su alta voluntaria y deben de convencerlos para que se queden. En uno de los casos no lo lograron y tuvieron que dar aviso al 911 sobre el riesgo que suponía el cliente que decidió marcharse.

En publicaciones que ella misma ha hecho en sus redes sociales, en donde le pide a la gente quedarse en casa para mantener a raya el crecimiento de casos, ha recibido comentarios de odio. Le dicen embustera y algunos escupen sus ideas de teorías conspirativas internacionales.

“Es muy frustrante, es indignante salir del turno y ver un trafical, ver a gente en las calles como si nada, Mexicali no ha entendido la gravedad; hasta que no conocen a un enfermo, a un muerto cercano, lo entenderán, pero tal vez para entonces sea muy tarde”, dice.  

En todos sus años de trabajo como enfermera nunca había visto tanta vulnerabilidad ante una enfermedad que se propagara tan fácil y tan rápido. “Es impresionante ver morir a personas con las que platicaste momentos antes”, añade.

Julio comparte esta visión ante los escépticos. “Ojalá no les pasé a ellos, a sus familiares o a algún amigo, que no vean el sufrimiento que vemos nosotros; si siguen los contagios y los médicos enferman, los enfermos se infecta, no habrá camas ni personal suficiente que los atienda”. Hasta esta semana, 30 médicos en Baja California se habían contagiado. 

Hasta este jueves, Mexicali se encontraba en el sexto lugar a nivel nacional con número de contagios en México, con un total de 216 y con 22 fallecidos por el coronavirus. Por estas condiciones, las medidas de cuarentena se levantarán hasta el 30 de mayo, según determinó el Consejo General de Salud en el país.

«Sigan las recomendaciones, mantengan el distanciamiento social, lavarse las manos y no salir de casa, ni siquiera con tu propia familia si no tienes la necesidad; si amas a tu familia, aíslate”, recomienda encarecidamente Beatriz.  

Publicado en El Imparcial

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