#8M2021: violencia doméstica, amor tóxico y el mito del amor romántico

Ana Karen García

En México casi tres cuartas partes de las mujeres han sido víctima de algún tipo de violencia y en 4 de cada 10 casos su pareja fue el agresor. Casi 13 millones de mujeres aseguran que han sido intimidadas o perseguidas por sus novios, esposos, concubinos o compañeros íntimos y cerca de 10 millones han sufrido humillaciones. Aunque las relaciones son una decisión privada, cuando éstas son un catalizador de la violencia, las autoridades tienen la responsabilidad de intervenir.

El fenómeno de la violencia doméstica y algunas de sus subramas de estudio conocidas como el amor tóxico y el amor romántico son una de las principales problemáticas a atender para contener la estructura de la violencia feminicida, que en muchos casos termina con la vida de muchas mujeres.

De acuerdo con cifras de la Endireh (Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares) del Inegi, en México casi 8 millones de mujeres han sido víctimas de agresiones físicas como jalones, golpes, heridas con objetos punzocortantes, asfixia o intento de asesinato con armas de fuego. Y casi 3 millones de mujeres han sido víctimas de violencia sexual, o intento de, por parte de sus parejas.

La incidencia de estas agresiones es parte de una estructura social en la que persisten estigmas y estereotipos misóginos que normalizan las agresiones hacia mujeres y niñas por parte de sus parejas y que, si no se corrigen desde la política pública y la intervención estatal, escalan a su nivel máximo: el feminicidio.

De acuerdo con un estudio sobre el sistema jurídico en México realizado por el Inegi, cerca del 40% de los feminicidios son cometidos por la pareja de la víctima y el 60% de las víctimas de feminicidio presentaban un entorno de violencia dentro del hogar.

Estas cifras muestran la importancia fundamental de atender un asunto que parece privado pero que, de fondo, tiene incidencia pública. En el Informe sobre Violencia Feminicida en México 2020 elaborado por el Inmujeres, ONU Mujeres y la Conavim, se enfatiza que la mayoría de los feminicidios que ocurren en el país son responsabilidad del Estado porque casi siempre pudieron evitarse.

Los ejemplos de la desatención del Estado que revela el estudio son: cuando las víctimas denunciaron violencia previa y no las escucharon, cuando hicieron un llamado al 911 y no resolvieron su emergencia, cuando al denunciar fueron expuestas o revictimizadas, cuando las autoridades de salud en chequeos encontraron evidencia de violencia sexual o física y no notificaron al sistema de seguridad, cuando se denunciaron amenazas u hostigamiento y no se aplicaron medidas cautelares y todas las veces que las mujeres pidieron ayuda y no fueron escuchadas.

Todo empieza con el amor romántico

El amor romántico es el concepto teórico que se adapta al mito masivo que comercializó sobre “cómo deben ser las relaciones sentimentales”, desde la heteronormatividad que dicta que pueden darse sólo entre un hombre y una mujer, hasta las cosas que se pueden y no hacer cuando se ama.

Desmitificar el amor romántico es necesario para erradicar la estructura completa que produce la violencia contra mujeres y niñas, de acuerdo con la ONU Mujeres y el Inmujeres en su documento sobre las alertas de violencia doméstica, muchas veces las víctimas de violencia no se dan cuenta de que lo son debido a que durante años se han propagado ideas sobre el amor que más allá de ser imposibles de alcanzar contribuyen a perpetuar patrones de desigualdad y violencia.

El cine, la televisión, la publicidad y la cultura dentro del hogar producen y reproducen contenidos en los que se sitúa a las mujeres como objetos al servicio de sus parejas o de otros hombres a su alrededor, se normalizan ideas como que las mujeres sólo alcanzan el éxito cuando se casan o cuando se convierten en madres, que deben renunciar a sus sueños “por amor” o que deben soportar cualquier cosa en sus relaciones con tal de permanecer en ellas.

Todos estos estigmas generan que muchas expresiones de violencia de género entre parejas pasen desapercibidas. De acuerdo con el manual pedagógico de ONU Mujeres, la violencia doméstica comienza incluso con el acoso, con la invasión a la privacidad y las humillaciones y, en línea con esta normalización, en muchos casos termina en agresiones sexuales, intentos de feminicidio o feminicidios efectivos.

De los insultos hasta los disparos

La importancia de detectar y reprobar, desde dentro y desde fuera, cualquier indicio de violencia doméstica es fundamental para evitar el escalamiento de estas agresiones. De acuerdo con el Inmujeres y la ONU Mujeres, también es fundamental la acción pública para la prevención, la atención y el seguimiento de cualquier expresión de violencia dentro de los hogares, especialmente porque la mayoría de las víctimas se encuentran en círculos vicios de toxicidad y no tienen las capacidades operativas o emocionales para denunciar o notificar a terceros.

El fenómeno de la violencia dentro de los hogares se exacerbó y quedó expuesto con la llegada de la pandemia; las llamadas de emergencia a las líneas del 911 y atención especial para mujeres registraron niveles históricos. Las tensiones emocionales propias de una crisis también profundizaron los cuadros de agresiones dentro de los hogares y las mujeres y niñas, son las víctimas desproporcionalmente mayoritarias en esta crisis de violencia.

Y aun cuando las llamadas de auxilio son un indicador incompleto para entender en status quo de la situación de violencia en los hogares, debido a que muchas mujeres no tienen acceso a estos medios o las tienen imposibilitadas para utilizarlos, sí logran evidenciar una tendencia clara: dentro de las viviendas mexicanas las mujeres también están en peligro.

En el marco del 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer, la lucha feminista por los derechos de las mujeres ratifica sus demandas, entre ellas, la integración de políticas públicas con presupuesto destinado a proteger a las mujeres y niñas en el país. No sólo en las calles, el transporte público y en los estados con presencia del crimen organizado; también dentro de sus hogares.

Publicado en El Economista

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