La pandemia nos enseñó que debemos trabajar juntos

Ángeles Cruz Martínez 

A Carmen Margarita Hernández Cárdenas no la dejaron practicar karate porque “era niña”, pero después pasó 15 años en sus estudios de medicina y tres especialidades: medicina interna, anestesiología y medicina crítica, en “un mundo que era de hombres”. Desde el 3 de julio pasado es la directora del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER), que durante la pandemia de covid-19 se convirtió en la terapia intensiva más grande del país para la atención de los enfermos. A ella le tocó organizar esos servicios médicos ahí y en otros institutos nacionales de salud.

La doctora Hernández Cárdenas realizó sus estudios de especialidad en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán y ha desarrollado su ejercicio profesional en el INER desde 2013.

Tiene claro que la carencia de un sistema digital para la administración de los recursos representa un freno a la eficiencia de la atención clínica, lo que, a su vez, limita el potencial de las otras dos actividades fundamentales del instituto: la enseñanza y la investigación científica.

En entrevista con La Jornada, la maestra en gestión de calidad en salud, comparte que otro de sus objetivos al frente del INER es crear biobancos y cohortes de información sobre enfermedades respiratorias. Esto es, registrar la evolución de los pacientes en bases de datos específicas y, a partir de ahí, obtener información útil para investigaciones, la toma de decisiones y la adquisición de equipos médicos, entre otras.

–¿Qué debemos saber del INER?

–Que es un instituto muy humano, amable, que sabe trabajar en equipo y a diario busca seguir creciendo para atender a los pacientes. De ahí sale todo. Es un instituto que es tomado en cuenta para responder a muchos problemas en el país, como ocurrió con el covid-19. Por lo tanto, no puede quedarse dormido, sino seguir, a pesar de los problemas que se encuentre, además de los basales.

–¿Qué son los problemas basales?

–Todas las enfermedades respiratorias, que están muy distribuidas en el país. Tenemos factores de riesgo ambientales, culturales. El tabaquismo sigue presente y existen nuevas amenazas por otras sustancias inhaladas. Tenemos un volcán enorme (el Popocatépetl) que también contribuye a las enfermedades respiratorias y muchos otros factores causantes de padecimientos respiratorios. Los virus siempre están presentes, dan fenómenos infecciosos cíclicos. La tuberculosis es un problema de hace décadas y no se va, ni se va a ir.

–¿Qué dejó el covid-19 al INER?

–Mucho conocimiento. Se vio la importancia de contar con hospitales donde se forman especialistas para hacer frente a una situación de esa magnitud.

Modernización tecnológica

La directora advierte sobre la necesidad de que las enseñanzas del virus SARS-CoV-2 se conviertan en la base para profundizar en la colaboración entre los institutos nacionales de salud. “Antes, cada una iba por su lado, no nos hablábamos. Con covid-19 tuvimos que hacerlo y empezar a trabajar juntos”.

Hernández Cárdenas recibe a La Jornada en su oficina, donde no hay un escritorio de madera, sino una mesa de trabajo de vidrio, una computadora y un teléfono. También hay un pequeño librero. No necesita más para buscar que el INER transite a la modernización tecnológica.

Lo más común, dice, es pensar en el expediente clínico electrónico que existe en el instituto, pero hace falta la digitalización administrativa para tener un mejor control del inventario en almacenes, la trazabilidad de los recursos desde su compra y resguardo. Saber con precisión dónde y cuándo se utilizó.

La automatización sirve para la planeación de las compras y, de ser el caso, por alguna emergencia, contar con un sistema eficiente para cubrir las necesidades emergentes.

–¿Qué planes tiene para la formación de especialistas?

–El INER tenía 10 años buscando la transformación de su especialidad troncal, neumología, para convertirla en neumología-medicina crítica. La pandemia catalizó el proyecto y en marzo pasado ingresó la primera generación del nuevo programa avalado por la UNAM, con 50 médicos residentes, de los cuales la mitad son mujeres.

“El neumólogo sabe manejar la ventilación mecánica, pero el paciente crítico es más complejo. Tiene impacto a nivel cardiovascular, renal y en otros órganos. Esta parte la manejan los especialistas en terapia intensiva. La combinación de ambas pretende ese manejo integral.

“Antes, para ingresar a medicina crítica se requería tener la especialidad de medicina interna, urgencias o anestesiología. Se aceptó neumología y hace cinco años tuvimos los primeros egresados. Ahora en la nueva especialidad estudian y practican en las dos áreas desde el inicio.”

–¿Por qué es importante?

–Primero porque no es común contar con especialistas en neumología y medicina crítica, salvo en las grandes ciudades. Una falla respiratoria grave puede llevar a un paciente a un área de terapia intensiva, pero también una falla renal mal cuidada, un infarto al corazón y cualquier padecimiento que provoque daño agudo en algún órgano. Al intensivista le toca dar el soporte a la persona en las áreas que lo requiera. El resultado depende de esto y de la reserva física del paciente.

–¿Cuándo pensó que podía ser la directora del INER?

–Hace dos años, sobre todo cuando se me ocurrían cantidad de soluciones y proyectos a desarrollar, como la generación de biobancos y cohortes con los que se da seguimiento a la evolución de un diagnóstico definido, se generan registros de la evolución de los pacientes. Se obtiene mucha información, como el comportamiento de los ventiladores en ese grupo de personas. Ahí se sustenta la decisión sobre los equipos que son necesarios.

“Otro proyecto es la Unidad de Ensayos Clínicos para apoyar a los investigadores a concretar sus proyectos, sobre todo en la parte de los trámites administrativos y autorizaciones que se requieren de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios.”

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