Arrecia el consumo de fentanilo en Sinaloa

Miriam Ramírez

Él parecía estar profundamente dormido, sumergido en una apnea que por instantes lo dejaba sin respiración. Ellos, sus amigos, lo trasladaban apurados. Se dirigían al área de urgencias del Hospital Civil de Culiacán.

Su corazón apenas latía. Estaba agotado, a punto de entrar en un paro respiratorio. 28 años. Sin antecedente de enfermedades cardiovasculares. La doctora que lo recibió sospechó de una posible sobredosis. Pidió que le pusieran una dosis de naloxona, el medicamento que revierte los efectos anestésicos de los opioides.

El antídoto funcionó y de inmediato el joven volvió a respirar. Había consumido M30, una pastilla con fentanilo que por poco acaba con su vida.

La historia se repite cada vez más en esta ciudad, capital del estado y del Cártel de Sinaloa.

El consumo de fentanilo se ha incrementado en los primeros meses de 2023. Entre enero y mayo, los hospitales del sector público local atendieron a 59 pacientes intoxicados, según registros de la Secretaría de Salud de Sinaloa, un promedio de tres personas por semana.

La cifra no incluye los reportes del IMSS, el ISSSTE ni las clínicas privadas; tampoco los casos de personas que murieron antes de llegar al hospital.

Esto de contar sobredosis es algo nuevo para el gobierno, apenas inició en enero pasado porque en 2022 los casos todavía se consideraban aislados.

El panorama es ahora complicado: el gobierno estatal reconoce que se enfrenta a la falta de pruebas toxicológicas en hospitales, a la escasez de naloxona en clínicas rurales y serranas y a un subregistro de muertes.

“Sí nos está generando un problema de salud pública. Es un tema prioritario”, afirma Cuitláhuac González Galindo, secretario de Salud de Sinaloa.

Para este reportaje se entrevistaron a médicos y autoridades que han atendido directamente a personas con sobredosis de fentanilo; también a consumidores. Contaron que la droga la utilizan fumada o inhalada, en polvo o en pastillas, mezclada o pura.

Los doctores han tratado a personas que se intoxicaron con cocaína o metanfetamina mezclada con fentanilo, y algunas revelaron que la sobredosis se dio al manipular la sustancia para producir pastillas de forma ilícita, es decir, mientras trabajaban en un centro de producción de droga.

Primer lugar en centros clandestinos

Sinaloa ocupa el primer lugar del país con más centros clandestinos para procesar tabletas con fentanilo y también mantiene el tercer lugar de aseguramientos de pastillas y toneladas del opioide en polvo, de acuerdo con registros de la Secretaría de la Defensa Nacional, sólo después de Sonora y Baja California.

En abril pasado, el gobierno de Estados Unidos acusó formalmente al Cártel de Sinaloa y a 28 miembros de la organización de encabezar una operación para “inundar” de fentanilo las calles del país norteamericano.

El problema se ha focalizado en Estados Unidos y Canadá, mientras que en México el consumo ha generado preocupación en la frontera norte, principalmente en Tijuana. Sin embargo, en los meses recientes la sustancia comenzó a consumirse también en las calles de Sinaloa.

Manuel Velázquez Ceballos, enlace en Sinaloa del Centro de Integración Juvenil (CIJ), explica que el consumo de drogas también está vinculado a las zonas de producción y trasiego de las sustancias. Por su experiencia, sabe que en los lugares donde se produce y se traslada la droga se va dejando una huella de consumo que se eleva cuando las autoridades incrementan el control.

“En la medida que Estados Unidos ha tenido mayor restricción en el ingreso ilegal de la droga, pues la sustancia se queda más”, advierte.

Según la estadística del sector Salud, 80% de los pacientes atendidos por sobredosis son hombres en un rango de edad de 30 a 55 años. Las hospitalizaciones han sucedido en los municipios más poblados: Culiacán, Mazatlán y Ahome. En el primero se concentran los casos.

Emilio Urrecha López, director de la clínica de rehabilitación Sinaí, una de las pocas que trata consumidores del opioide sintético, reconoce que el problema toca a la puerta y no se está haciendo lo suficiente.

“Tenemos el temor de que, así como se desbordó el cristal [metanfetamina], tenemos ya muy cerca el desborde del fentanilo”.

Se pidieron entrevistas a las secretarías de Seguridad de Sinaloa y federal pero no aceptaron. Sucedió lo mismo con la Secretaría de Salud federal, quien solicitó un cuestionario de preguntas que no respondió.

“Está causando estragos”

El fentanilo protagoniza la transición de una droga emergente que se suma al repertorio de sustancias existentes y se adapta a las mismas prácticas de consumo arraigadas, explica la titular de la Comisión Estatal para la Prevención y Atención de las Adicciones de Sinaloa, Martha Torres Reyes.

La especialista recuerda que este cambio es similar al proceso que se dio en los 2000 con la consolidación de la cocaína, y una década después, con la metanfetamina. Sin embargo, enfatiza que la ingesta de fentanilo en dosis incorrectas es más letal que las otras sustancias.

“Estamos viendo el surgimiento de una droga que está causando estragos a nivel de muerte”, destaca.

La doctora también es la encargada de urgencias en el Hospital Civil de Culiacán, una institución pública que brinda servicios de salud a bajo costo.

En esta sala, Torres Reyes ha atendido a seis personas con sobredosis, dos fallecieron poco antes de llegar al hospital.

“Te encuentras con el acompañante, la pareja o la mamá que nos dicen: ‘ah, es que consumió M30’, ‘consumió un polvito muy fino’ o ‘una pastilla de color rosa’ o ‘de color azul’”.

Más de un mes hospitalizado

A principios de mayo, dos mujeres y dos hombres jóvenes fueron encontrados inconscientes en un área despoblada en La Noria, un poblado serrano a unos 35 kilómetros de Mazatlán. Se habían internado en el monte para ingerir drogas y experimentaron una sobredosis que provocó la muerte de uno de los varones.

Ya ha pasado más de un mes y otro de los intoxicados aún se mantiene hospitalizado y conectado a un ventilador artificial.

Ante el incremento de estos casos, Velázquez Ceballos, del CIJ, advierte que la falta de información estadística no permite dimensionar la crisis sanitaria.

“Qué pasa con los pacientes que se están muriendo y que en el acta de defunción le están poniendo que fue un infarto, pero no era un infarto, sino que iba en una sobredosis”, cuestiona con un claro gesto de preocupación.

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