La UAS no es refugio de agoreros

María Margarita Free del Castillo

El accionista mayoritario de Noroeste y a veces columnista, Manuel Clouthier Carrillo, lo tildó de amanuense (escritor de cabecera) del ex gobernador Juan S. Millán, midiendo los intereses de Arturo Santamaría Gómez, quien, ahora, sin ningún aporte de pruebas, sostuvo que en el Partido Movimiento de Regeneración Nacional “abundan los morenos o sus aliados arribistas, oportunistas, sobornables e ideológicamente débiles”.

Por su parte, el ex rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa, Jorge Luis Guevara Reynaga, ubicó a Santamaría en el “grupo de los exquisitos” al que no pocas veces llamó también en son de guasa “los iluminatis” al ser sometido a la presión de este clan que a fuerza de “periodicazos” pretendía doblegar la Autoridad Rectoral y obtener prebendas universitarias. En la banda, aun no disuelta, converge Ernesto Hernández Norzagaray, Guillermo Ibarra Escobar….    

Para pretender reflejar o escribir sus realidades Arturo Santamaría peca de malandrín no en balde lo suyo no es la verdad, sino el invento, la ficción, la narconovela que fomenta la narcocultura, monumento a la apología del delito.  En materia mediática, para hacer el mayor daño posible, “los exquisitos” sincronizan sus maledicencias. Sus campañas periodísticas las refuerzan con hirientes caricaturas.  

Arturo Santamaría entró, de nuevo, en el escenario mediático a procesar irrealidades, metido ya, de lleno, en los intereses del “cártel de los jubilados”, ese grupúsculo que no llega ni a los 38 y que igual que él intenta sembrar los ánimos de la desestabilización en la Universidad Autónoma de Sinaloa.

Para Arturo Santamaría Gómez el rector de la UAS, Juan Eulogio Guerra Liera, incurre en lo “ilegal, ilegítimo y dañino”, en la defensa de la autonomía, dicho que sostiene al intentar partidizar y politizar la cosa universitaria para desvirtuar y censurar el legítimo derecho de las autoridades, los académicos y administrativos en activo a participar en la protección de la autonomía, la estabilidad y la academia de la máxima casa de estudios.

Certero en este punto, el ex dirigente del Partido de la Revolución Democrática, José Luis López Duarte, sostuvo que tratar de reducir a la UAS a la existencia de liderazgos políticos e incluso de movimientos políticos como es el PAS es un error y, peor aún, es doble equivocación no entender que no existe en el mundo ninguna institución al margen de la política y vivir creyendo que ahí radican los problemas de la institución es una pifia.

“Tan sencillo como saber” -explica el ex legislador del PRD- “que si funciona una institución es porque tiene mecanismos, fuerza y conducción; no hay de otra manera, apenas que exista el espíritu santo”

Al son que toca el grupúsculo que no aglutina a más de 38 y que en los últimos días han creado decenas de Facebook falsos para atacar desde el anonimato a la UAS y aparentar que es un movimiento masivo, Santamaría Gómez fabricó, como siempre lo ha hecho, una imagen catastrófica de la Universidad, a contracorriente de miles y miles de padres de familia que buscan espacios en la institución para la educación de sus hijos porque han considerado que las prácticas del pasado, la censura, la amenaza abierta o velada, los abusos sobre su comunidad estudiantil (borracheras), quedó atrás para dar paso a la excelencia académica.

“La UAS padeció la sobrepolitización, abusos e influencia constante de diferentes partidos y organizaciones de izquierda a lo largo de casi década y media”, reconoció Santamaría, obligando, paradójicamente, a recordar la vieja universidad semillero de la Liga Comunista 23 de Septiembre, de anarquistas y agitadores profesionales.

Como siempre, de manera perversa, Santamaría Gómez, distorsionando la realidad, armó una “complicidad” en la aprobación de la reforma a la Ley Orgánica de la UAS vigente que le ha dado estabilidad académica y administrativa al alma mater, con los gobiernos de Jesús Aguilar Padilla y Mario López Valdez que “apoyaron abiertamente a Cuén”, dijo, cuando en realidad la modificación fue producto del consenso entre los universitarios, cansados de los desmanes internos y la injerencia externa en la vida de la institución. 

Cansados, precisamente, de esa “UAS que padeció la sobrepolitización, abusos e influencia constante de diferentes partidos y organizaciones de izquierda a lo largo de casi década y media”, como lo señaló el propio Arturo Santamaría ¿De que se queja, pues? Cuén, de hecho, en su paso por la Rectoría uaseña se friccionó con el gobierno de Aguilar Padilla y desde otro espacio chocó con el sexenio de Mario López Valdez.

La reforma modernizadora de la UAS costó la muerte/asesinato del Director Jurídico, Enrique Ávila Castro, hallado ejecutado al amanecer del 22 de junio de 2005, abajo del puente Piaxtla. El crimen fue atribuido a un “grupo interno” de la Universidad. Los justicieros, los exquisitos, los iluminatis, los sacerdotistas, nunca alzaron su voz exigiendo el esclarecimiento del homicidio del funcionario universitario.

Arturo Santa María llamó “grupo de cuatro de destacados universitarios, entre ellos Guillermo Ibarra y Ana López Ruelas”, a quienes encauzaron, sin el consenso de la comunidad universitaria, una iniciativa para reformar a la UAS, la cual, de aprobarse, la llevaría al colapso académico y administrativo. “Guillermo Ibarra es un severo crítico de Morena”, plantea, como si tal afirmación purificara a Ibarra de sus plagios de tesis doctorales y de sus antecedentes de emborrachar a los alumnos para inducirlos al insulto contra las autoridades universitarias.

En su artículo, como siempre, Santamaría Gómez tiró pa´l monte. Olímpicamente, en su nueva elucubración “golpea” a Morena por ver la intención de sus diputados a evitar que se atente contra la autonomía universitaria. “Los priistas ya se dieron cuenta que una estrategia política nacional para recuperar espacios de poder es, a través de crear división, ir debilitando paulatinamente a Morena en los congresos estatales, donde abundan los morenos o sus aliados arribistas, oportunistas, sobornables e ideológicamente débiles”, señaló.

Queda claro, duélale a quien le duela, nadie, ningún sinaloense, puede negar que la UAS creció hacia los lados y arriba, que la universidad es un semillero de profesionistas e investigadores en todas las actividades económicas; es una institución que aporta social, académica y culturalmente para beneficio colectivo y no para satisfacer egos y mezquindades individuales de quienes se creen el centro de su propio universo fallido.

Las pruebas fehacientes del crecimiento de la UAS se ven en cifras, pero también en las empresas y los hogares donde hay un universitario rosalino. Todo se resume en dos conceptos básicos: legitimidad y credibilidad universitaria, al margen de los ególatras mezquinos, quienes, desde la ausencia de ética, desde la ingratitud y atendiendo a intereses políticos particulares, atacan, gritan y ladran ante la trascendencia nacional e internacional universitaria.

No hay porque espantarse de los “topes contra la pared” de Arturo Santamaría: siempre habrá egocentristas con ambiciones desmedidas, sacerdotistas sin sotana ni ética, agoreros y blasfemos que, al no cumplírsele sus caprichos, atentan desde sus trincheras contra la autonomía de la Universidad Autónoma de Sinaloa, fantaseando e inventando entuertos, negando, como si fueran modelos de moral y ética, los avances de la universidad.

Tampoco hay razones para creerle. Santamaría es especialista en la ficción, en armar narconovelas plagadas de fantasías y mentiras. Manuel Clouthier lo llamó amanuense del ex gobernador Juan S. Millán y el ex rector Jorge Luis Guevara Reynaga, lo instaló, burlándose de él, en el grupo de “los exquisitos”.

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