Hacer lo inimaginable

Sedientos como estamos todos de ideas que contribuyan a sacarnos de esta espiral de violencia y muerte, podemos apreciar quizá como en pocos países la extraordinaria historia detrás de dos de las ganadoras del Nobel de la Paz de este año. Sus nombres no nos dicen nada. Su país es ajeno y remoto. Y sin embargo la lucha que emprendieron hace años para pacificar a su nación y desarmar a miles de hombres y niños que asolaban sus pueblos y ciudades no nos puede dejar indiferentes.

Leymah Gbowee, mujer liberiana de 30 años, madre de tres y harta de una guerra que en 2002 había ya costado la vida de 200 mil de sus compatriotas, tiene un sueño y decide pedirle a las mujeres de la iglesia cristiana a la que acudía que se pongan a rezar por que se acabe la guerra y para que los hombres dejen de matarse. Al poco tiempo se les unen mujeres de confesión musulmana que empiezan a hacer lo mismo en las mezquitas.

Tiempo después, juntas y bajo el liderazgo de Leymah Gbowee, se trasladan a las afueras de un mercado de pescado, lugar que eligen por su ubicación estratégica: Charles Taylor, presidente de Liberia, tenía que pasar enfrente cada día con su convoy de seguridad. Las mujeres se visten de blanco y se sientan, todos los días, en el suelo a rezar y a cantar, sin importar el abrasador sol ni la lluvia, por la paz en Liberia. Buscan otras maneras de presionar a los hombres y pactan una huelga de sexo. Los señores de la guerra musulmanes tienen prácticamente sitiada la capital Monrovia, que defiende Charles Taylor; la masacre en la capital es inminente. Los países africanos citan a las partes para que acudan a Accra, la capital de Ghana, para iniciar conversaciones de paz. No parece haber disposición de asistir de ninguno de los grupos enfrentados. Las mujeres por la paz en Liberia logran convencer a las grupos para que vayan a Accra y un contingente de ellas se traslada a la capital de Ghana para apostarse en las puertas del centro de convenciones donde se llevan a cabo las pláticas. Las semanas pasan y no hay avances. En Monrovia los combates continúan y las masacres también. Después de seis semanas, Leymah Gbowee decide que las mujeres se sienten en las puertas del salón donde las negociaciones se están llevando a cabo con la orden de no dejar salir a nadie hasta que los hombres de Liberia alcancen un acuerdo. La tensión es enorme. El presidente de Ghana interviene para que las mujeres no sean arrestadas. El mundo entero observa.

La historia de Liberia y de este movimiento está magistralmente captado y narrado en el documental “Pray the Devil Back to Hell” (Reza Para que el Diablo Regrese al Infierno). El valor de esas mujeres, que sin disparar un tiro fueron capaces de poner fin a una guerra que parecía interminable, es un ejemplo que emociona e inspira.

Nadie dice que estemos en una situación similar y ojalá nunca ni nosotros ni nuestros descendientes tengan que estarlo. Pero hay que ser capaces de ver el ejemplo cuando lo tenemos enfrente y de reflexionar. El movimiento de “Las mujeres de Liberia por la paz” surgió cuando cada familia en esa población de 3 millones ya había sido afectada en lo personal. Estamos lejos de eso, pero ojalá a alguien entre nosotros se le ocurra una simple y poderosa idea antes de llegar a esa situación.

Fuente: zocalo.com.mx

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